Compartiendo con Denise Maerker
El día 28 de septiembre, Denise Maerker en su columna Atando Cabos, publicada en el periódico El Universal y titulada “¡Así somos los mexicanos!” manifiesta su asombro ante las respuestas de los lectores a una de sus columnas anteriores en la que comentaba el gasto de 60 millones de dólares que el Presidente Felipe Calderón realizó por el espectáculo del inicio de los festejos por el Bicentenario de nuestra Independencia –que dicho sea de paso, fue impresionante y bello-.
Estas respuestas, a decir de Denise, eran de una u otra forma de complacencia ante el evento y el gasto, justificándolo al decir que “es la tradición del mexicano” y equiparándolo incluso con la forma en que nuestra gente está acostumbrada a “tirar la casa por la ventana” para celebrar los quince años o la boda de los hijos o el festejo del santo del pueblo, por dar un par de ejemplos.
Concuerdo con el acertado comentario de Denise al decir que “no por ser tradición es necesariamente bueno” y creo que hay que adaptarse a la realidad, a las circunstancias y, sin caer en ningún extremo, encontrar un equilibrio que permita mantener las tradiciones pero también invertir los recursos necesarios para el tan urgente avance, crecimiento, desarrollo y mejora de nuestro país.
Pero la pregunta sigue en el aire ¿qué es lo que hace que los mexicanos reaccionemos así y ante una crítica como la que hace Denise se encuentren comentarios de justificación en lugar de un eco propositivo a dicha crítica?
Considero que una de las tantas respuestas posibles subyace en lo más profundo de nuestra personalidad como país y es resultado de años y años de frustración y autocompasión.
México, desgraciadamente, se ha vuelto –desde hace muchas décadas- el país de las promesas que nunca se cumplen, del futuro alentador que nunca llega, del crecimiento que nunca se ve reflejado y de la eterna crisis. Si bien es cierto que los responsables de nuestro destino somos nosotros mismos y gran parte de la culpa por no salir adelante es nuestra y de nadie más, aún así no es difícil pensar que esta situación mantiene a gran parte de la sociedad deprimida y frustrada, desanimada, desmotivada y desesperanzada pues, como comenté anteriormente, tendemos a la autocompasión más que a la acción, nos preocupamos y hablamos más de lo que nos ocupamos y actuamos.
Pero entonces, como si de una sociedad maniaco-depresiva se tratara, aprovechamos cualquier pretexto para celebrar, para festejar a lo grande, para olvidar por un momento nuestra depresión y vivir instantes de satisfacción, de risa, de alegría e incluso de euforia. Somos una sociedad ávida de logros y de reconocimiento… si por un momento con una fastuosa celebración de luces y sonido podemos henchir nuestro pecho de orgullo momentáneo por ser mexicanos, poca gente va a decir que no.
Se trata de escapar de la realidad por un momento, de intentar compensar con estas manifestaciones ostentosas (ya sea una fiesta nacional, regional, religiosa o familiar) el gran vacío que la falta de éxito como individuos y como sociedad nos ha dejado; por ello la mayoría de la gente no se detiene a reflexionar en los costos, ni en los beneficios de invertir ese dinero en obras y programas necesarios; seguimos acostumbrados e “incómodamente acomodados” en un estado de confort paternalista que si bien nos mantiene frustrados también nos da la idea de no ser responsables de los males de nuestro país ni de nuestro progreso.
Sin embargo, son las voces como la de Denise Maerker y muchos otros a quienes me uno, las que espero sigan alzándose para dar sentido de realidad a los que aún siguen sumidos en la fantasía surrealista de nuestro país y defender –en palabra, pero sobre todo con hechos y logros- nuestro derecho y obligación como personas y como sociedad, a no conformarnos con la condena de repetir una y otra vez los mismos errores del pasado y del presente, pues mientras sigamos haciendo las cosas de la misma manera que siempre, seguiremos obteniendo los mismos resultados que siempre… y creo que queda claro que hasta hoy, eso no nos ha funcionado.